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Acercándonos a los Nikkei de Colonia Urquiza

  • Crónica territorial - Ramirez Yamila; Kunzi Lujan
  • 25 nov 2015
  • 5 Min. de lectura

Ser Nikkei, es ser descendiente de Japón, residir fuera del país y formar parte de una comunidad con un estilo de vida propio. No hace falta viajar hasta el otro lado del mundo para conocerlos. En la actualidad, según la Asociación japonesa de La Plata (AJP), hay 136 familias japonesas instaladas en predio rural de la Colonia General Justo José de Urquiza. Allí, conviven entre argentinos, bolivianos e italianos.

Colonia Urquiza está localizada en las proximidades del barrio de Melchor Romero, La Plata. Es más fácil llegar en auto, que en colectivo. Sólo dos van hasta allí (el Oeste o el 215). La línea Oeste (Romero) es difícil de tomar, no se sabe a qué hora pasa. Es una cuestión de suerte. Lo mismo sucede con la línea 215, a la que hay que esperar más o menos una hora y media. Los colectivos suelen llegar cargados de pasajeros en horario escolar: chicos de entre 6 y 15 años que residen en la ciudad y estudian en las escuelas de la zona (la n°4, el Colegio Manuel Belgrano o la escuela agraria de Melchor Romero). La hora en la que se tarda hasta llegar al predio, el ambiente en el bondi se llena de risas, chismes de niños, cargadas de adolescentes, imposible no escucharlos.

´´Todos los días es así, el colectivo tarda muchísimo´´ dice Mel, una vecina de la zona que está en su último año de secundaria. Vive en una de las quintas del barrio, y allí sus padres trabajan para los viveros de los dueños japoneses. Acostumbrada a los movimientos del barrio, conoce muy bien qué esconde Colonia Urquiza. Trabaja de voluntaria en la revista de su escuela, “Belgrano Time”. Con su morral y sus convicciones antipatriarcales, Mel se dirigía al centro de la ciudad en busca de una entrevista, quiere ser trabajadora social o periodista.

Aproximándose a la Colonia, la extensión de los grandes viveros se hacen visibles, las calles son más largas y angostas, y hay un gran ida y vuelta de camiones. La zona campestre se hace notar. Los vecinos desconocidos te saludan, y algunos responden con rareza a tan amable acto. Hay un almacén cada tantas cuadras y un ´´Hatanaka´´, el supermercado. Para ir a comprar allí, y que nadie quede en ridículo, hay que saber que las puertas se abren al revés; para ingresar al local tenemos que empujar hacia afuera y para salir del mismo, empujar hacia adentro. Estos se dividen en dos partes, por un lado se puede encontrar una amplia variedad de productos japoneses, entre ellos: golosinas, condimentos, especias y bebidas. En cuanto a la otra parte productos comunes como en cualquier otro mercado.

Hay muy pocas casas, están bastantes alejadas entre sí, pero varias quintas cercanas muy lujosas. A unas quince cuadras, sobre la ruta 36, se encuentra Mizujo. Un predio tranquilo y familiar, donde se puede apreciar la naturaleza, el aire libre; y en el restaurant que se encuentra allí, la gente degusta la comida japonesa-argentina. La especialidad que más sale es el asado al estilo japonés o empanadas japonesas. Los precios son bastantes elevados. “Pueden acercarse la familia con n°32” se escucha la voz de una mujer desde un parlante. Durante la espera, las familias recorren parte del lugar, total, alguien te va a avisar cuando tu menú esté listo: bajo un quincho, un árbol o mientras se pasea por el predio. Algunos aprovechan para hacer sus propios asados en algunas de las parrillas libres que te ofrece el lugar. En el recorrido, hay murallas de madera al estilo japonés, cabañas con parrillas, animales exóticos, plantas y árboles detalladamente trabajados, juegos infantiles, viveros y tanques con peces tradicionales. Lo llamativo del lugar es que quienes trabajan allí no son muy simpáticos, son más bien reservados. “No queremos saber nada con los medios de comunicación” dijo muy seriamente un encargado de la parte del vivero.

Entre las calles 186 y 482 se encuentra la Asociación japonesa de La Plata, una de las más grandes del país. A cinco metros, está el campo en donde se práctica para el gran festival del Bon Odori, el baile tradicional de la cultura: la gente se reúne en lugares abiertos alrededor de una torre con tambores taiko (tambor japonés) y baila al compás de la música tradicional. Ésta debe ser alegre para dar la bienvenida a las almas de los ancestros y la gente debe mantener un humor alegre. Los colores y el uso de los kimonos en las mujeres decoran la fiesta. La idea de este evento, que se realiza durante enero todos los años, es acercar la cultura de los japoneses al resto de los platenses ya que fue declarado de interés provincial y municipal. Está financiado y organizado por la asociación, la escuela japonesa del lugar, padre y alumnos del mismo. No reciben ayuda externa ni del estado argentino ni del estado japonés.

A unos veinte metros, está el campo de juego de la liga de beisbol juvenil japonés. Hay dos canchas cuidadas donde chicos de diferentes edades practican el deporte. Generalmente se entrena a partir de las 5 y media hasta las 8 de la noche, de martes a viernes. Los vecinos del lugar y entrenadores dicen que llegar una hora tarde a las prácticas es muy común, pero no hay días que no se suspendan. La liga japonesa de los nikkei es una de la más reconocida, ya que en los últimos años ha alcanzado un gran nivel en cuanto a lo profesional y campeonatos ganados.

Pegado al galpón de la asociación, se encuentra Nihongo Gakko, la escuela del habla japonés de Colonia Urquiza. Es común llegar al barrio y oír cada una hora sonar la campana escolar, aún estando como a tres cuadras de distancia. El sonido retumbante no proviene de Nihongo Gakko, sino de una escuela del estado Argentino que está a unos 200 metros. Allí, los chicos corren despatarrados por todo un enorme patio, son muchos, con guardapolvos blancos y varias maestras vigilándolos entre sus risas. Quizás algo diferente ocurre en Nihongo Gakko, el aspecto edilicio del lugar no deja ver como los alumnos de allí juegan, rodeado entre rejas y monitoreado.

La escuela japonesa de Colonia Urquiza se fundó en 1969, pero el establecimiento actual se inauguró en 1990. Allí, tres años antes, se fusionaron varias colonias de barrios vecinos para crear una sola institución, para que así los padres de los alumnos se unieran en conjunto a la Asociación japonesa contribuyendo con cuotas mensuales para mantenerla. Hace 25 años el objetivo de la escuela es mantener el idioma y más que nada, las costumbres japoneses entre las nuevas generaciones. Pero, parece ser que el ideal principal de Nihongo Gakko se está perdiendo, o mejor dicho, flexibilizando con las costumbres argentinas.

“los chicos de tercera y cuarta generación ya se insertan en la sociedad argentina, digamos, y es más fuerte que lo que aprenden en sus casas” expresó Ikuyo Miyawaki, directora, maestra y portera de la escuela, quien hace 45 años vive en Argentina. Los padres de los chicos que estudian allí, de entre 6 a 10 años, fueron los de la primera y segunda generación de la institución. Los abuelos de ellos tenían la tradición de que en sus casas se hablara y se respetaran las raíces de Japón, pero para Ikuyo hoy en día no es costumbre que habitualmente esto suceda.

Conocer su cultura es muy amplio, y el acercamiento a la escuela es un interesante recorrido. Los chicos aprenden como en cualquier otra, sobre los valores del respeto, entre ellos y entre nosotros. Por su parte, Ikuyo Miyawaki, además de ser la directora y gestora del lugar junto a cada uno de los padres del alumnado, es portera y maestra. Su único trabajo es dedicarse de lleno a la institución, conoce más que nadie los cambios y efectos positivos que se tuvieron a lo largo de estos 25 años del funcionamiento de Nihongo Gakko. Aunque sean muy reservados y su cultura intenten transmitirla dentro de esas paredes, son unos platenses más.

 
 
 

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