Un día en A.N.U.L.P
- Crónica territorial - Ermili Francisco
- 23 nov 2015
- 3 Min. de lectura

Es el día más caluroso de la primavera y a la 13.30 de la tarde la pensión se mantiene fresca y tranquila. El silencio domina los rincones. El hall principal se conecta con otras seis habitaciones: una sala de estudio que tiene tres enormes cuadros, uno con la cara en blanco y negro de Bob Marley y otros con dibujos en lápiz de personajes japoneses hechos por uno de los residentes que estudia en la facultad de Bellas Artes. En la otra sala de estudio dos estudiantes con sus computadoras, libros y cuadernos están muy concentrados leyendo y discutiendo sobre alguna materia.
En el comedor hay un muchacho solo. Está sentado en la gran mesa con los auriculares puestos y con los platos y cubiertos frente suyo, acababa de comer el almuerzo hecho por las cocineras. En la biblioteca otro chico mira de reojo mientras escribe en su computadora. El otro salón donde se enseñan las clases de idioma está vacío y a oscuras. Hay un pizarrón, libros de japonés y laminas didácticas. También hay una habitación repleta de objetos acumulados, el depósito. Otra puerta lleva directo al gran patio y a las habitaciones.
“Ailin, te buscan abajo” grita un muchacho desde el patio. Luego lleva los cubiertos que usó para almorzar al comedor y se encierra en la biblioteca con su computadora.
Ailin Mfunatsu tiene 23 años es administradora de la pensión desde el 2010, estudiante de tercer año de Medicina de la U.N.L.P y da una de las clases de japonés en A.N.U.L.P los sábados. De su familia, ella es la tercera generación que vive en La Plata, es decir que sus abuelos son los que nacieron en Japón. Con los visitantes es carismática y habladora, pero por su cargo debe ser seria: es la encargada de mantener el orden general de toda la pensión, del comportamiento de los chicos y chicas y de asegurar los pagos mensuales.
Cuatro columnas soportan el techo del hall. Todavía conservan unas telas rojas y negras que fueron parte de la decoración de una de las festividades que realizan para los estudiantes que estudian japonés allí. El siete de Julio festejan el “Tanabata”. Por esas semanas las cañas de bambú, guirnaldas y los papeles colgados donde se escriben deseos decoran él. “Para relacionar la enseñanza del idioma con la cultura e incentivar a los alumnos les festejamos esa fecha.” dijo Ailin.
El tema que más llama la atención. ¿Qué pasa con las simbolizaciones que tiene la tradicional cultura japonesa dentro de la pensión y dentro de los jóvenes? Por desgracia para algún curioso que quisiera encontrarse con algo de Japón en La Plata, las simbolizaciones se dejaron de lado. Más allá de que las instituciones como la embajada Japonesa o las Asociaciones que hay en el país y las primeras generaciones (es decir los oriundos de Japón) intenten conservarla y que se mantenga un orgullo de las raíces. “Es según la familia y según cada persona el interés que se le dá a las tradiciones japonesa. Algunos se interesan más, otros menos”. Mas que algo simbólicos “los eventos que realizamos y fiestas que festejamos son un motivo de reunión y de diversión” comentó Ailin.
Al ser tantos habitantes surge la duda de cómo arreglarse con una cocina compartida y pequeña. “Por suerte tenemos el servicio de cocineras. Hay una que es la misma desde hacer doce años” contó Ailin. La señora como una más de la familia, cocina de lunes a viernes grande ollas de fideos, curry o guisos para compartir. Los fines de semana los chicos deben arreglarse. “si nos organizamos bien hacemos un asado entre todos, o si no nos dividimos en grupos y cocinamos para varios”.
Las reglas dentro de la pensión son claras: “la idea es que nos respetemos entre todos, que haya un bueno comportamiento, que se mantenga el orden, le compromiso con las tareas. Por ejemplo en la limpieza de cada semana, y en la compra de las provisiones” También está prohibido realizar campañas políticas para evitar discusiones. Otra de las normas permite el paso de los visitantes hasta la puerta que da al patio. Allí se traza una línea imaginaria que Ailin marca con su mano y hacía cumplir al pie de la letra. “Hasta acá pueden pasar y sacar fotos, después ya no porque se conserva la intimidad de los residentes”.
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