Una mañana en Nihongo Gakko
- Crónica: Lunján Kunzi, Ramírez Yamila
- 22 nov 2015
- 4 Min. de lectura
Una profesora Salió del aula y tocó la campana. En ese momento comenzó el tiempo de descanso en la escuela Nihongo Gakko de Colonia Urquiza. Los chicos salieron corriendo a gritos y se apropiaron del pasillo. Por culpa del mal tiempo tuvieron que pasar el recreo que duró diez minutos dentro de la institución.
A 200 metros, vecina a esta institución, hay una escuela del estado argentino. Muchos chicos con guardapolvos blancos corrían por todo el patio. A diferencia, en Nihongo Gakko la visió es limitada. Está rodeada de rejas y monitoreada; es imposible verlos a los alumnos jugar desde a vereda de enfrente.
Nihongo Gakko es la escuela en donde se enseña el idioma y la cultura japonesa. Se fundó en 1969, pero el edificio actual se inauguró en 1990. Allí, tres años antes, se fusionaron varias colonias de barrios vecinos para crear una sola institución. A partir de esto, los padres de los alumnos se unieron en conjunto a la Asociación japonesa contribuyendo con cuotas mensuales para mantenerla. Hace 25 años el objetivo de la escuela es mantener las costumbres japonesas entre las nuevas generaciones. Pero, el ideal principal de Nihongo Gakko se está perdiendo, o mejor dicho, flexibilizando con las costumbres argentinas.
“los chicos de tercera y cuarta generación ya se insertan en la sociedad argentina, digamos, y es más fuerte que lo que aprenden en sus casas”, dijo Ikuyo Miyawaki, directora, maestra y portera de la escuela, quien hace 45 años vive en Argentina. Los padres de los chicos que estudian allí, de entre 6 a 10 años, fueron los de la primera y segunda generación de la institución. Los abuelos de ellos tenían la tradición de que en sus casas se hablara y se respetaran las raíces de Japón.

Como en cualquier otra escuela de idioma extranjero, todos los carteles que haya y hasta los dibujos de los nenes colgados en la pared, o cada detalle, son incomprensibles para quienes no entienden el idioma. En la entrada, hay un cuadro grande con una bandera como símbolo de la institución: es un boceto de una rosa color naranja, en el medio, y el dibujo de un tallo con dos hojas a cada uno de sus dos costados, por encima de una franja blanca, rodeada de otra dos franjas color naranja. La bandera representa el trabajo principal al cual se dedicaban los japoneses: la floricultura.
Cada una de las seis aulas, incluyendo la parte de administración o la sala de reunión, en la puerta tienen sus respectivos cartelitos indicando el número de grado o nombre de la habitación. En la entrada de la institución hay a la vista varios trofeos, son de campeonatos de intercolegiales de ping pong, torneos de futbol y beisbol.

La institución posee seis salones, de 1ºro a 6to grado. Los chicos concurren a clases de lunes a viernes, y los adolescentes los sábados, turno mañana o tarde. Esa mañana el día amaneció lluvioso y las aulas estaban un poco vacías. En casi todas había un promedio de cinco alumnos por cada una. La realidad es que no son más de diez los chicos por grado que asisten a Nihongo Gakko.
Estaban muy concentrados en sus clases: unos en caligrafía, otros en gramática y los de 5to cantaban una delicada y tierna canción. Se divertían. “Kon´nichiwa”, saludaron en coro los chicos de 2do, y algunos, de timidos, se cubrian las caras con sus mismo dibujos. De repente, sonó el timbre del recreo, y eufóricos salieron casi atropellando las cosas por su paso hacia el pasillo.


“Solplá”, repitió tres veces Kaito, alumno de 3er grado. Quería que alguien soplara un libro de magia que tenía entre sus manos, y sonreía. Corrían de acá para allá, jugaban a la mancha y se entretenían. Disfrutaban del juego sin lastimarse. “Cuando llegan visitas se ponen inquietos y contentos”, dijo la Directora. Entre todo el alboroto, uno de ellos en vez de jugar al famoso juego de la mancha, decidió dirigirse a la zona de la bilbioteca y sacó un pequeño libro que al abrirlo solo contenía dibujos; estaba leyendo lo que en Japón se conoce como manga, una historieta japonesa. Permaneció sentado, distraído con la lectura.

Durante un corto tiempo se entretuvo dentro de ese pequeño mundo, mirando los trazos de aquellos dibujos en blanco y negro, imaginando estar dentro de aquella historia. Mientras que en su alrededor reinaba el caos de dicho juego, él seguía concentrado. Pero, su lectura se interrumpió cuando fue invitado por un compañero a participar de aquella diversión grupal. No tardó en ponerse de pie, y caminó dos o tres pasos para colocar el libro en su lugar en el estante de donde lo había sacado. En pocos minutos la campana terminó con el recreo y las maestras llamaron a los chicos para continuar con las clases.
Nihongo Gakko acepta alumnos puros, solamente descendientes de japoneses. Aunque en los últimos años, por pedido de la comunidad, ésta regla se fue flexibilizando. Las actividades de los chicos es asistir a sus respectivos turnos a la Escuela del idioma Japonés, y luego, al finaliza la clase, sus familias van a recogerlos y los llevan a su colegios para que terminene sus estudios; tanto como la primaria y la secundaria.
Los chicos aprenden como en cualquier otra, sobre los valores del respeto, entre ellos y entre nosotros. Por su parte, Ikuyo Miyawaki, junto a cada uno de los padres del alumnado, es portera y maestra. Su único trabajo es dedicarse de lleno a la institución. Conoce más que nadie los cambios y efectos postitivos que se tuvieron a lo largo de estos 25 años del funcionamiento de Nihongo Gakko. Aunque sean muy reservados, y su cultura intenten transmitirla dentro de esas paredes, es inevitable que no se contagien un poquito de la vida del argentino.
Comments