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Akari, pequeño escape

  • Emilio Ibáñez
  • 20 nov 2015
  • 2 Min. de lectura

“Soy multiuso, hago lo que necesiten. Desde la limpieza, hasta colaborar en la cocina” dijo Ana, mientras tomaba la carta. “De entrada hay muchas cosas para pedir, el Harumaki, Gyoza y brochetas de pescado. A mí me encanta el Harumaki”. Desde woks de vegetales y arroz, temakis, niguiri, makizushi y el infaltable sushi, Ana detalló casi todos los alimentos que brinda la extensa carta de Akari, un sushi bar y cocina japonesa ubicada en diagonal 74, donde ella trabaja.

Una cruda fachada negra que oculta un poco su resaltar, por encima letras blancas y grandes que anuncian “Akari” y una pequeña puerta enrejada con los horarios de atención al cliente. El lugar por dentro tiene un decorado y ambiente llamativo. Paredes blancas, lámparas cuadriculares color negras que cuelgan por encima de las mesas, a su lado cuadros de arte con retratos y dibujos japoneses, el piso de madera con una textura extraña a la vista, estantes en la cocina con productos indescifrables de leer y una larga barra a un costado del restaurante, donde el personal de cocina prepara los pedidos frente a la clientela. Pescados recostados a lo largo de la barra, abiertos por la mitad para ser trozado y posteriormente envueltos en verduras. Arroz y condimentos particulares. Algo de calor y una cocina humeante. Eso, es Akari por dentro.

El lugar funciona como restaurante y delivery. Durante el mediodía se puede almorzar allí, las personas van a retirar sus pedidos o los piden por delivery, aunque los fines de semana no funcionan a domicilio. No tiene un personal muy numeroso. Por la mañana trabajan cuatro personas, durante el resto del día hay tres cocineros, dos mozos y dos cajeros, entre ellos se encuentra Karen Yonashiro, propietaria del lugar.

Karen es una mujer joven, carismática y amable. Abrumada por el acelerado ritmo de su propio restaurante, gestiona el correcto funcionamiento desde la cocina hasta la atención al cliente.

“En 2004 a base de esfuerzo y muy desde abajo, junto a mi exmarido creamos Akari. En un comienzo estábamos en calle 50, seis años después a mediados de 2010, pudimos instalarnos acá en diagonal. Hoy en día manejo todo yo, me podes ver ahí detrás del mostrador o hasta atendiendo a los clientes como moza”. Casi todo el personal del lugar son descendientes de japoneses, por afinidad de la dueña y porque en “el boca en boca” se aproximan por interés a trabajar allí.

“Somos conocidos todos, pero no es un negocio familiar, son cuestiones laborales y también culturales. Se dio así, todos somos parte de esta cultura, yo soy segunda generación también, nací en Argentina y mis padres en Japón” dice Karen.

La clientela no es uno de sus puntos débiles, tienen clientes que son corrientes en el lugar desde hace mucho tiempo. Hay personas sentadas con sus corbatas desajustadas y camisas arremangadas esperando por el almuerzo del mediodía, una camioneta roja en doble fila con la baliza puesta de alguien que fue a buscar un pedido, personal que entra y sale del lugar reiteradamente para hacer entregas y un teléfono resonante. Otro lugar más que es concurrido en La Plata de cultura japonesa. Particularmente, una combinación gastronómica y cultural muy recomendable en el micro centro de la ciudad.


 
 
 

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