Mal recibidos
- Emilio Ibáñez
- 19 nov 2015
- 3 Min. de lectura

Mizujo es un campo libre ubicado a un costado de la Ruta Provincial 36 en Colonia Urquiza. El origen de este establecimiento proviene de una familia que en los años 70 decidió buscar “nuevos horizontes” instalándose allí, a pocos kilómetros de la ciudad de La Plata. Es un lugar enorme al que recurren muchos visitantes durante los fines de semana. El fin es simplemente pasar una tarde en familia, comer en el restaurante que brinda una carta fusionada de gastronomía argentina y japonesa, un enorme vivero donde gran parte del personal comercializa sus productos, una zona de juegos para niños al fondo del campo, desde animales exóticos hasta de granja enjaulados y exhibidos para los visitantes, floricultura y un altavoz que cada 10 minutos llama por los apellidos de quienes deben ocupar su turno en el restaurante.El lugar tiene una presentación agradable, un folleto que enumera cada sector del campo, pintoresco y colorido.
En busca de una crónica para nuestro blog, los cuatro integrantes de este grupo visitamos Mizujo. Aquella tarde tuvimos la suerte de un día caluroso y bastante compatible a nuestra visita. Decidimos recorrer de punta a punta el lugar, guiándonos por el mapa. Curiosos y entusiasmados, equipo de mate en mano, cámara digital y los ojos abiertos. En cuestión de 2 horas, tal vez ya acondicionados al lugar después de conocerlo plenamente, se nos ocurrió la idea de solicitar ayuda al personal. Queríamos explicar nuestra situación. Nada de otro mundo. Ahí, sorpresivamente, todo el carisma y la amabilidad de Mizujo, se desvaneció.
- ¿Qué tal señor? Buenos días. Mire, somos estudiantes de periodismo, estamos haciendo un trabajo final y nos interesaría que alguien del personal nos pueda dar una mano, para profundizarnos un poco más sobre el lugar.
-No queremos publicidad, no queremos medios, no nos interesan los periodistas, acá no necesitamos nada de eso. Ya vinieron otras veces y los tuvimos que sacar de acá. No nos interesa. Si quieren saber sobre el lugar paguen para hacer la visita guiada.
Esa fue su respuesta, decepcionante. Al vernos totalmente omitidos por este señor, decidimos intentar acceder por otros medios. Yuri nos dio su número. A pesar de estar ocupada en el vivero, se tomó el tiempo de escuchar y escribir sobre el mismo mapa que teníamos para poder contactarla.
Días después, lo hicimos, llamamos a aquel número. Nos llevamos una sorpresa en el momento que nos atendieron. Tras tener paciencia y esperar, nos encontramos con el mismo señor que no quiso saber nada de nosotros.
- Les dijimos que acá no nos interesa, no le vamos a dar información. Si quieren ver el lugar tienen que pagar.
Cortando el teléfono y sin contestar las siguientes llamadas. De esta manera, no quisieron brindar información. Toda la bella publicidad, empática y agradable de Mizujo, a nosotros nos cayó sobre la espalda. Nos vimos mal recibidos, nos cortaron tres llamadas luego de acordar la conversación telefónica y nos dejaron en claro que la única manera de que podamos conseguir información era pagando la visita guiada.
La conclusión que se puede sacar es que Mizujo es un lugar muy cuidado, tiene mucha dedicación y años de trayectoria, pero sus intereses se ven reflejados en los bienes monetarios que provienen de las visitas, no les interesa ningún tipo de contacto con los visitantes, incluso siendo algo bruscos al momento de tenerlo. No fuimos bienvenidos más allá de sus intereses económicos.
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